Los planetas errantes, también conocidos como planetas interestelares, son cuerpos celestes que no orbitan alrededor de ninguna estrella y se desplazan libremente por la galaxia. Se cree que muchos de ellos se formaron en sistemas planetarios y fueron expulsados por interacciones gravitacionales con otros planetas o estrellas. Otros podrían haberse originado de manera aislada, a partir del colapso de nubes de gas y polvo.
A diferencia de los planetas que orbitan estrellas, los planetas errantes no reciben luz ni calor constante, por lo que su superficie es extremadamente fría. No obstante, algunos podrían conservar calor interno generado durante su formación, lo que permitiría la existencia de océanos subterráneos bajo capas de hielo. Este detalle ha llevado a los astrónomos a considerar que incluso podrían albergar condiciones para algún tipo de vida.
Detectarlos es muy complicado, ya que al no estar iluminados directamente por una estrella son invisibles con telescopios ópticos. Se identifican gracias a la radiación infrarroja que emiten o por el fenómeno de microlente gravitatoria, cuando su masa curva la luz de una estrella lejana. Pueden variar en tamaño, desde cuerpos similares a la Tierra hasta gigantes comparables a Júpiter, y se estima que podrían ser muy abundantes en la galaxia.