Los poríferos, conocidos comúnmente como esponjas, son animales acuáticos invertebrados con un cuerpo poroso y una red de canales internos que permiten la circulación de agua. Carecen de órganos, tejidos verdaderos y sistema nervioso, pero poseen células especializadas como los coanocitos, que generan corrientes de agua y capturan partículas de alimento microscópicas. Esta filtración es el método por el cual obtienen oxígeno y nutrientes.
Su esqueleto interno está formado por espículas de sílice o carbonato de calcio, o bien por fibras de espongina, lo que les da soporte y estructura. Existen alrededor de 9 000 especies de poríferos, la mayoría de ellas marinas, aunque unas pocas habitan en agua dulce. Se fijan al sustrato y son sésiles durante toda su vida adulta.
Su reproducción puede ser tanto sexual, liberando espermatozoides y óvulos al agua, como asexual mediante gemación o fragmentación. Muchas especies tienen una notable capacidad regenerativa, pudiendo reconstruir partes de su cuerpo.
En los ecosistemas marinos cumplen funciones clave al filtrar grandes volúmenes de agua, lo que contribuye a mantener su calidad. Además, sus cavidades internas sirven de refugio para numerosos organismos pequeños como crustáceos y anélidos.