La tasa de inversión mide el porcentaje del Producto Interno Bruto (PIB) o de los ingresos disponibles que se destinan a la adquisición de bienes de capital como maquinaria, infraestructuras, equipos o tecnología. Su finalidad es incrementar la capacidad productiva futura de una economía.
Este indicador refleja el esfuerzo que realiza un país, empresa o familia para crecer y modernizarse. Una tasa de inversión elevada suele impulsar el desarrollo económico y la productividad, mientras que una baja puede limitar el crecimiento a largo plazo.
Factores como la confianza empresarial, la facilidad de acceso al crédito y las políticas públicas influyen directamente en el nivel de inversión. En épocas de crisis económicas, la tasa de inversión tiende a reducirse porque prevalece la incertidumbre, mientras que en fases de expansión suele aumentar.
En conclusión, la tasa de inversión es clave para medir la salud económica de un país, ya que determina en gran parte su capacidad de generar empleo, innovación y progreso en el futuro.