La deuda pública es el conjunto de obligaciones financieras que un Estado contrae cuando solicita préstamos para cubrir sus necesidades de gasto que no pueden ser financiadas únicamente con los ingresos fiscales. Representa la diferencia entre lo que el Estado gasta y lo que ingresa en impuestos, tasas y contribuciones.
Existen dos tipos de deuda: interna, cuando se contrae con ciudadanos o instituciones del propio país, y externa, cuando se adquiere con acreedores extranjeros. La deuda puede materializarse en bonos, letras del Tesoro, préstamos bancarios u otros instrumentos financieros.
La deuda pública no es necesariamente negativa; de hecho, permite financiar proyectos de infraestructuras, educación o sanidad que impulsan el crecimiento económico. Sin embargo, un endeudamiento excesivo puede volverse insostenible, generando más intereses que pagar y limitando la capacidad de inversión futura del Estado.
Un nivel de deuda controlado puede fortalecer la economía, pero si supera ciertos umbrales, aumenta la vulnerabilidad financiera y reduce la confianza de los inversores. Por ello, los gobiernos buscan un equilibrio entre utilizar la deuda como herramienta de desarrollo y mantenerla en niveles que garanticen la estabilidad económica a largo plazo.